RAÚL CUEVAS, narrador oral Agosto 2009

El siguiente artículo se publicó en la sección Cultura del Diario LA CIUDAD de Avellaneda
El arte de contar cuentos

Raúl Cuevas vecino de Avellaneda, ejerce la docencia como profesor de contabilidad y es narrador de textos, su otra pasión. ¡Atención lector desprevenido! Si escucha Ud. al pasar: «Raúl, contate un cuento», no vaya a pensar que él va a contar un chiste. Tampoco desconfíe de su persona, si alguien lo señala como un «cuentero». Le aseguro que el Sr. Cuevas es una persona honesta y decente –docente, también- y lejos está de ser un «chanta», «charlatán» o «chamuyero». Créame lo que le digo, estimado lector. Porque la historia que sigue, no es cuento...
Raúl Eduardo Cuevas es narrador oral y cuentacuentos. Nació en Lanús, pero vivió desde siempre en el barrio de Piñeiro. Desde los veinte años ejerce la docencia como profesor de contabilidad –según él, contando números- y desde hace cinco que también dedica buena parte de su tiempo a su otra pasión: contar cuentos.
«Cuento cuentos para chicos, para adultos y para toda la familia también. En cuanto al género, la Argentina tiene su particularidad. Los narradores argentinos contamos textos de autor. Es algo muy literario. A diferencia de donde surge la narración oral, pero como una cuestión social. Por ejemplo, en Centroamérica, se cuentan muchos textos por tradición oral. Que se van pasando de generación en generación. Con su teléfono descompuesto, ¿No? Aunque, felizmente algunas personas se sientan a escribir textos de tradición oral, y uno puede encontrar la versión escrita de «fulano de tal» que permite conservar un poco mejor la idea original. Eso se parece más a lo que aquí consideramos mitos o leyendas. Nosotros -nuestro público también- buscamos al autor. Y al final de un espectáculo decimos el título del cuento y el autor, para que la gente vaya a la biblioteca, o a la librería a buscar el texto. En general, la gente quiere el texto», explicó Cuevas.
«La narración oral no tiene mucho tiempo en la Argentina. Fue bajando desde Centroamérica hasta llegar a nuestro país. En la década del 60´, desde la docencia, se empezó a tratar de pasar la técnica a las maestras jardineras, pero con una función muy pedagogizante», continuó Raúl.
La técnica tiene que ver con distintos aspectos escénicos y guarda, en algún punto, una pequeña relación con el teatro, aunque Cuevas aclara que no es actor. «Primero hay un trabajo de adaptación del narrador, porque la versión oral nunca es igual a la versión escrita, dado que no aprendemos ni contamos un cuento de memoria», aclaró.
«Se relaciona con el uso de la voz y algunos gestos y se puede realizar de pie o sentado. A diferencia del teatro en el que el público es mero espectador, como una cosa pasiva, nosotros necesitamos mirar a la gente a los ojos, hacer gestos, buscar la interacción. Aunque eso es medido, porque quizás la gente se puede sentir agredida. Esa es una de las grandes diferencias que tiene la narración oral frente al teatro. Nosotros no tenemos una cuarta pared. Necesitamos retroalimentarnos con la mirada del otro», agregó el narrador.
En cuanto a la vestimenta que se suele utilizar en las funciones, Cuevas recordó que «las primeras escuelas de narración sostenían que el narrador tenía que estar despojado de color, o de accesorios. De hecho hubo como una tendencia inicial a vestirse de negro. Pero una vez, en una feria del libro le preguntaron a una narradora con mucha trayectoria ¿Por qué el negro? Y dijo: ¡Porque estiliza! (Risas). En realidad, el (color) negro suele ser como algo estándar», definió.
La memoria cuenta...
Aunque Raúl aclaró que la narración no es «de memoria», el repertorio que lleva en su cabeza alcanza casi a los cien cuentos.
«En general prefiero los cuentos cortos (de 5 a 7 minutos), porque me parece que la gente mantiene un grado de atención. Aunque si la historia es buena no hay tiempo que impida contarla», afirmó.
«El narrador es como una especie de cantante», prosiguió Raúl. «El cantante es un intérprete y uno puede escuchar diferentes versiones de una misma canción, y puede gustarle más una que otra. Con los narradores pasa lo mismo.
Por ejemplo, algo muy divertido que hacemos en diciembre en Dulcinea (resto-bar de Lanús), es un menú de cuentos en donde el público elige qué cuento quiere escuchar. Los narradores ponemos nuestro repertorio a disposición. Y a la gente le gusta ser un poco protagonista, al menos siendo parte de la elección», comentó.
A lo largo de su carrera como narrador, Raúl contó cuentos en distintos lugares: bares, escuelas, bibliotecas, ferias del libro, hospitales, cárceles, plazas, geriátricos y centros de diálisis. Cuevas sostuvo que le gusta mucho «el trabajo terapéutico». «Desde ya, uno realiza la selección de los textos en función de quién va a escuchar. Y el efecto que esto puede tener. Por ejemplo, nos hemos dado cuenta que en un hospital es efectivísimo hablar de la muerte o de las enfermedades. En las escuelas sucede que nos condicionan un poco. Nos dicen: no hables de esto o de lo otro, o estamos viendo el intestino delgado del langostino, así que sería bueno que cuentes algo relacionado a eso. Yo digo, no. Que los chicos disfruten. Después si quieren les doy los textos para que los trabajen, los den vuelta y cumplan su función pedagógica. Pero lo que queremos es que ese momento sea de disfrute, de goce y de placer», agregó el docente.
En cuanto a su formación, Raúl Cuevas cursó con su maestro Claudio Ledesma «Rayuela, el arte de contar cuentos», un taller teórico práctico de narración oral. También estudió música y exploró la pantomima que, según él, lo ayudó a mejorar su manejo del cuerpo y el rostro. Asimismo, comentó sus ganas de hacer «clown» y expresó su incansable vocación para seguir perfeccionándose y tal vez, en algún momento, dedicarse a formar nuevos narradores.
Ya en el ámbito de la narración, Raúl formó un grupo con Pablo Conde denominado «La Perorata», un ciclo que atraviesa ya su segundo año de funciones ininterrumpidas.
«Detrás de todo esto -resumió Cuevas- hay mucho trabajo de producción: hay que seleccionar los textos, comprar libros, convocar al narrador invitado, discutir la temática de la presentación, diseñar el afiche, etc. No es solo ir y contar un cuento de una manera sistemática. Es un género desconocido, pero con Pablo queremos que esto crezca y de hecho está creciendo, y estamos decididos a difundirlo».
Y colorín colorado... esta historia recién ha comenzado! Publicado por LA CIUDAD El Diario de Avellaneda

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